Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

Yo siento que a las tristezas del Sr. Martos por su despedida tenga yo que corresponder esta tarde con mis alegrías por haber desaparecido del todo los sentimientos personales que abrigaba el señor Martos respecto de mí; porque paréceme que, una vez borrados esos sentimientos personales, la despedida de S.S. ha de ser por breve tiempo, y el viaje corto.

Yo espero que a las tristezas de S.S. por la despedida sucedan muy pronto las alegrías por nuestro nuevo encuentro; porque, después de todo, si lo que S.S. desea es lo que yo deseo; si la política que S.S. ha trazado en rasgos oratorios tan hermosos es la política que yo he seguido, que yo practico y que estoy dispuesto a practicar, ¿por qué, una vez desaparecidos los móviles personales que tenían a S.S. alejado de mí, hemos de estar separados? ¿En qué va a fundar entonces S.S. la separación? No la funda en móviles personales, porque esos han desaparecido; no puede fundarla en móviles políticos, porque unos mismos móviles políticos nos impulsan a S.S. y a mí: ¿en qué va a fundar S.S. esa despedida y esa separación?

Como lo que no tiene razón de ser no es, yo espero que, a pesar de S.S., nos hemos de encontrar muchas veces, y mutuamente nos hemos de ayudar en esa gran empresa que S.S. con tanta elocuencia acaba de trazar para el porvenir.

Allí nos encontraremos; ¡pues no nos hemos de encontrar! Porque esa empresa ha de tener muchas dificultades; porque esa empresa, como toda gran obra, ha de tropezar con muchos obstáculos; y coma S.S. ha de querer resolver esas dificultades y destruir esos obstáculos, más fácilmente destruirá los unos y resolverá las otras S.S. acompañado que solo.

Después de todo, Sres. Diputados, yo me alegro de que haya esta especie de conjunción en los asuntos políticos, una vez que ha desaparecido la distancia que nos separaba por motivos personales; porque la política, señores, no se hace ahora como antiguamente: la política no se hace sólo en los Parlamentos, y no la dirigen únicamente ocho o diez Diputados, por muy importantes que sean, que se separen de los partidos, no; la política ha tomado ya otro sesgo; la política influye grandemente en la opinión pública, la cual a su vez manda su influjo poderoso a la política. De suerte que así como antes bastaba que un gran orador se enojase, que dos o tres o cuatro oligarcas parlamentarios se reunieran, para que estuviese en peligro un Ministerio, hoy bien pueden reunirse los oradores más grandes del universo, que, como no tengan razón, no podrán nada contra ningún Ministerio. ¿Por qué? Porque no basta pronunciar un gran discurso; es necesario tener razón, y como se carezca de ella ante la opinión pública, todos los discursos, por elocuentes que sean, no pasarán de estos muros y se perderán en el vacío. Ahora la política se hace de otra manera; y como se hace de otra manera, produce otros resultados. Y como en esa política nueva afortunadamente estamos conformes el Sr. Martos y yo, en el camino habremos de encontrarnos; para la obra que S.S. intenta realizar para el porvenir, con la ayuda de todos los liberales tiene que contar, y espero que no ha de excluir la ayuda mía por humilde que sea yo por mi parte no excluiré nunca la de S.S. ni la de ningún liberal. Cuantos más vengan a ayudarnos en esa gran obra que tan bien ha pintado S.S., tanto mejor; que a pesar de todo y de todos nuestros esfuerzos y de nuestros deseos, ha de encontrar muchas dificultades en su paso, y no sobraremos nunca, por muchos que seamos los que abriguemos el propósito y el deseo de realizarla. Yo, pues, no puedo tener las tristezas de S.S. en nuestra despedida, porque S.S. se ha despedido sin saber para cuánto tiempo, y yo, en todo caso, le digo: "Vaya S.S. con Dios, pero hasta luego". (Aprobación en la mayoría). [2471]